in Boletín de Filología
Una polémica ortográfica en la prensa española del sexenio democrático (1868-1874). Gómez de Salazar contra Bosch y Condomines
Resumen:
El objetivo de este trabajo es el estudio historiográfico del proceso de fijación ortográfica de la lengua española en el siglo XIX durante el denominado sexenio democrático (1868-1874), un periodo especialmente significativo en lo referente a la legislación educativa española, que concede a los maestros la libertad en el uso de manuales escolares y parece abrir una nueva etapa para los intereses de los neógrafos. La pérdida en las aulas de la oficialidad de la doctrina académica ortográfica hace que estemos ante un momento especialmente favorable para que los partidarios de una reforma ortográfica impulsen sus demandas e intenten llevar a cabo los ansiados cambios en la escritura del español. Sin embargo, sus reivindicaciones desaparecen de los foros de opinión pública y apenas encontramos atisbos en la densa polémica que durante un tiempo mantienen Bosch y Condomines contra la actitud academicista de Gómez de Salazar. Esta investigación servirá, desde un punto de vista general, para evaluar el papel de la prensa pedagógica en el proceso de fijación de la ortografía en España; desde un punto de vista específico, pretende sacar a la luz toda esta controversia y llevar a cabo su estudio teniendo en cuenta la conjunción de las perspectivas interna y externa de la historiografía lingüística para, de este modo, intentar analizar la importancia de esta dentro del proceso general de fijación ortográfica del español, así como dilucidar las razones de laausencia de otras polémicas similares en este periodo.
1. INTRODUCCIÓN
Nota de título 1
Nota de autor 2
El siglo XIX es un periodo de esplendor para la prensa española, que alcanza un amplio desarrollo con las numerosas ediciones de periódicos y revistas que salen a la luz de las muchas imprentas existentes dentro y fuera de España, y en los que se abordan temáticas muy variadas. A pesar de que en estas publicaciones de corte generalista suele estar presente, de uno u otro modo, el tema lingüístico, no es hasta mediados de siglo cuando el asunto de la lengua y su enseñanza ocupan específicamente un lugar predominante en estos espacios de opinión pública, coincidiendo con la profusión de la prensa profesional destinada a escuelas y maestros. A partir de estos años comienza una etapa crucial para la reflexión lingüística, en la que las opiniones vertidas por intelectuales y maestros en estos foros juegan un papel fundamental para el desarrollo y la expansión de doctrinas o ideas en este campo (cf. Puche Lorenzo 2019a, 2019b y 2019c). A pesar de esta distinguida época para la prensa decimonónica, es muy escasa la atención que se le ha prestado a esta fuente para el estudio de la historia de las ideas lingüísticas y pedagógicas en España, donde el análisis de otras obras canónicas como gramáticas, diccionarios o manuales de enseñanza siempre ha primado para la disciplina. Hoy día, una vez reconocido el valor de estos materiales para el estudio histórico, contamos con numerosas hemerotecas digitales y bases de datos informatizadas donde localizar la información bibliográfica de los muchos periódicos y revistas con que cuenta la lengua española y acceder digitalmente a sus contenidos, lo cual nos permite, con relativa comodidad, indagar en sus páginas y establecer líneas de investigación que, hasta hace poco, eran muy complicadas dada la tipología de estas fuentes, su difícil localización y la descuidada conservación de estas fuentes en bibliotecas. Específicamente sobre el español en España, destacan en la actualidad, por su amplitud y accesibilidad, los proyectos de la Biblioteca Virtual de la Prensa Histórica, del Ministerio de Cultura y Deporte del Gobierno de España, y la Hemeroteca Digital, de la Biblioteca Nacional de España, de las que voy a valerme en esta ocasión para indagar en un aspecto concreto del plano ortográfico, de entre los muchos asuntos lingüísticos que pueden ser de interés en sus páginas. En concreto, este trabajo se centra en el análisis de un importante episodio en la fijación de la ortografía española en España: el del estudio de las acciones ejercidas por los neógrafos para impulsar la reforma de la ortografía del español en una etapa algo convulsa en este país, la del sexenio democrático (1868-1874), aspecto que hasta el momento no ha recibido atención en los estudios de codificación ortográfica del español, a pesar de constituir un periodo especialmente significativo dentro de este proceso, como veremos más adelante, en este país.
Este estudio parte de la hipótesis de que el análisis de las manifestaciones textuales acontecidas en la prensa pedagógica del momento sobre el tema ortográfico puede servirnos de contraste o intersección con otros ya realizados en diferentes tradiciones discursivas, trazando así los puentes que de manera natural unen aquellas fuentes con estas otras menos canónicas, que ahora se erigen en instrumento plausible para dibujar un trazo diferente, a la par que complementario, no solo de la historia de este pensamiento, sino, al mismo tiempo, de la estructura interna de la lengua. Hay que tener en cuenta, en este sentido, que la selección de la prensa no es casual para esta investigación, pues estamos ante un importante medio de difusión de ideas y valoraciones hacia las lenguas en el siglo XIX, en el que los hablantes y especialistas sobre distintas materias vierten sus opiniones y actitudes. Como ya advertimos en Gaviño Rodríguez (2021 a: 15), “los periódicos pasan a convertirse en una herramienta social para la defensa pública de muy diversas ideas en relación con intereses particulares de grupos concretos”, desempeñando de este modo un papel fundamental como espacio de opinión pública y cauce de las opiniones sociales. Sus redactores, al mismo tiempo, no solo se hacen eco de todos estos temas, sino que funcionan a la vez como partícipes y jueces de los contenidos; en sus páginas se sanciona o no el debate; en ellas se albergan, finalmente, las intensas polémicas ortográficas entabladas entre neógrafos y academicistas, cuyos argumentos conforman un panorama complejo creencias, actitudes e ideologías lingüísticas, en el sentido propuesto en sus trabajos por Woolard y Schieffelin (1994 ), Woolard (1998 ) o Kroskrity (2000), entre otros. El objetivo final de esta investigación es alcanzar un análisis global del proceso de fijación de la ortografía española, en el que se tenga en consideración el contexto o escenario en que los hechos se desarrollan –en la línea formulada por autores como Hymes (1974), Koerner (1978) o Schmitter (1990 )– y, al mismo tiempo, nos facilite la construcción del pensamiento lingüístico de la época, así como la comprensión de los sucesos acaecidos en relación con todos aquellos factores sociales, educativos, políticos, etc., que de una manera externa, son determinantes en el proceso.
2. LA POLÉMICA ORTOGRÁFICA ENTRE GÓMEZ DE SALAZAR, BOSCH Y CONDOMINES
A pesar del auge y la consolidación que iba experimentado la autoridad de la Real Academia Española tras la oficialización de su doctrina ortográfica (cf. Martínez Alcalde 2010: 76), los primeros años de la década de los sesenta habían constituido una época importante para los neógrafos. A partir de este momento, la instrumentalización de la prensa se hace mucho más palpable, una vez que se da un amplio desarrollo de publicaciones pedagógicas (Checa Godoy 1986, 1987, 1988, 1989, 1990, 2002) y el periodismo profesional del magisterio se convierte en la principal fuente de expresión y reivindicación de los maestros, como sostiene Ezpeleta Aguilar (2015-2016 : 160). En los años anteriores, la actividad de maestros como Ruiz Morote, García Lozano, Rosa y Arroyo, López y Martínez, etc., había sido intensa en las páginas de algunos periódicos pedagógicos como El Magisterio. Periódico de educación y enseñanza, Anales de primera enseñanza, Boletín de Primera Enseñanza de la provincia de Salamanca o La conciliación. Revista de primera enseñanza, intensificándose con ello las peticiones de reforma ortográfica y manteniendo un importante músculo reivindicativo (no tanto organizativo) 3 en un contexto hostil en el que sus propuestas experimentaron un salto cualitativo, que se refleja no solo en la voluntad expresa de acabar con la ortografía impuesta, sino sobre todo en la transmisión de un talante dialogante con la Academia, a la que se le respeta y considera como única autoridad válida para la puesta en marcha y ejecución de la pretendida reforma.
Tras la caída de Isabel II, comienza un periodo especialmente significativo en la historia política de España, el comprendido en el sexenio democrático (1868-1874), en el que se produce en el ámbito legislativo un importante cambio que afecta sustancialmente a la fijación ortográfica del español y el papel de la doctrina de la Real Academia Española en la escuela. Me
refiero al establecimiento de la libertad de enseñanza en el uso de manuales escolares decretado el 21 de octubre de 1868, que abre la posibilidad de que los maestros puedan usar en su actividad docente otros manuales distintos al Prontuario académico, cuyo uso había sido obligatorio desde las reales órdenes de 25 de abril de 1844, 1 de diciembre de 1844 y 22 de octubre de 1848 . Todo parecía presagiar que el actual sexenio democrático serviría, en este escenario, para que los neógrafos continuaran con sus propuestas y comenzaran a ver colmadas sus expectativas de cambios ortográficos. Sin embargo, nada salió como parecía porque, paradógicamente, el establecimiento de la libertad de enseñanza en el uso de manuales escolares dictado por el nuevo decreto de 1868 causa el efecto contrario y acomoda la lucha de los maestros. Desaparecen las prisas y urgencia del asunto y contrasta la intensa actividad en el debate público de los años anteriores con el desvanecimiento actual de las peticiones de reforma en las páginas de los periódicos. Son pocos los maestros que dejan ver en público sus propuestas, si bien es cierto que, en los pocos casos que aparecen, se visualiza una nueva actitud, más valiente y atrevida ahora que la RAE está debilitada, en la que se intenta retomar ideas y propuestas del pasado, con fuerzas renovadas. Este es el caso del artículo “Neografía” que en 1871 firma un maestro de escuela, Juan Bermejo, en El Magisterio Español. Periódico de Instrucción Pública 5 (núm. 184, 30 de junio de 1871: 3), que inaugura un intenso ciclo polémico 6 entre Bosch, Gómez de Salazar y Condomines.
Consciente de estar viviendo una oportunidad histórica para combatir los problemas que aún perviven en la ortografía actual, Juan Bermejo 7 reemprende las propuestas de reforma iniciadas por la Academia de Profesores de Madrid 8 y plantea un sistema ortográfico en el que el alfabeto español queda reducido a veinticinco letras (a, b, z, h, d, f, g, i, j, l, ll, m, n, ñ, o, p, c, r, r’, s, t, u, x, y), instando a que se inicien las reformas ahora que las dificultades han desaparecido:
Tan respetable Corporacion se había convencido de la necesidad de amoldar la escritura á la pronunciacion, simplificándola de una manera razonable. Como nosotros, había encontrado mil y mil dificultades en la enseñanza práctica y se propuso realizar la reforma que dejamos apuntada. Mas, por desgracia, tropezó con un dique insuperable; el monopolio que entonces caracterizaba á los centros oficiales; tal vez el gozo de ver humillada á una clase tan modesta como respetable, ó cuando ménos, la ojeriza de aquellos Gobiernos á toda idea de progreso. Hoy, por fortuna, han desaparecido estas dificultades y es la época de emprender con valor estas y otras reformas. ¿Qué importa que venga la iniciativa de una clase modesta y poco profunda en conocimientos científicos? ¿Es útil y conveniente lo que proponen? Pues amplie y perfeccione el pensamiento quien sea más competente (El Magisterio Español, núm. 184, 30 de junio de 1871: 3).
Tras alabar las bondades de la reforma y enumerar algunas de las complicaciones que el sistema actual provoca en el aprendizaje de la escritura y la lectura, Juan Bermejo aporta –como ya hizo en su momento la Academia de Profesores– un ejemplo de la puesta en práctica de esta ortografía conforme a los principios enumerados, tal y como ya ejecutaron previamente algunos periódicos (El Educador o el Semanario de Instrucción Pública) en los momentos previos a la oficialización de la ortografía de la Real Academia Española.
Aunque la situación económica de la RAE había mejorado ostensiblemente gracias a las numerosas ediciones que, desde 1857, lleva a cabo de sus obras escolares (el Compendio, el Epítome y el Prontuario) 9 , su autoridad institucional en la escuela se encuentra en estos años debilitada; es una ocasión ideal para que los neógrafos ejerzan presión con sus peticiones de reforma, pero también es buena coyuntura para que escépticos de la reforma y/o defensores de la labor académica custodien la doctrina académica y expongan sus contraargumentos 10 , como sucede en esta ocasión con Fernando Gómez de Salazar 11 , un especialista en lingüística cuya producción filológica es de las más variadas y completas de estos años en el ámbito hispánico 12 que, además, hace las veces del polemista incansable que se bate airosamente con quienquiera que le reproche una coma o con aquel escritor considerado fuente de irradiación para el establecimiento de relaciones sociales y le sirva para situarse en el mapa.
A la luz del artículo de Juan Bermejo, Gómez de Salazar califica el asunto de “más grave de lo que á primera vista parece” (El Magisterio Español, núm. 185, 5 de julio de 1871: 2) y elabora un discurso de réplica a las palabras de Bermejo. En esta contienda, Gómez de Salazar es el atacante y Bermejo el que debe defenderse de la agresión de estas palabras que intentan quebrar su imagen pública. Pero Juan Bermejo no quiere cumplir ese desairado rol de polemista, así que no se presta a ser partícipe de la contienda discursiva y huye de la controversia, quizás también porque muy pronto aparece en escena una nueva figura espontánea, Matías Bosch 13 , que, desde las páginas de otro periódico, El Fomento Balear, se alinea con sus palabras y contesta las de Gómez de Salazar. Entre ambos entablan una polémica de contenido ortográfico con múltiples idas y venidas 14 cuya temática puede agruparse en diferentes categorías: conveniencia o no de las reformas ortográficas, autoridad para la introducción de los cambios, forma de llevar a cabo estos cambios, validez de los criterios de la etimología, uso y pronunciación, libertad de enseñanza, entre otros temas.
Los dos asuntos principales sobre los que versa la polémica son la conveniencia de introducir reformas en nuestra ortografía y la discusión acerca de quién debe llevarlas a cabo. Gómez de Salazar y Bosch coinciden en la necesidad de realizar cambios ortográficos, pero el primero de ellos tiene un punto de vista más restrictivo, ya que se muestra partidario de una reforma parcial en aquellos sonidos para los cuales hay dos o más letras porque “la cuestión es puramente de sentido común” (El Magisterio Español, núm. 185, 5 de julio de 1871: 2). En sus palabras, “tiempo es ya, repetimos nosotros, de que abandonemos la rutina; más no para producir el mal, sino el bien; no para introducir el desconcierto, y el caos; sino el concierto y la claridad” (El Magisterio Español, núm. 185, 5 de julio de 1871: 2). Bosch, por su parte, es más explícito en sus ideas: aunque manifiesta no estar del todo conforme con la propuesta de Bermejo, acepta abiertamente la introducción de algunos cambios en el alfabeto actual (por ejemplo, la supresión de ch y su sustitución por h, la eliminación de q y k, la variación del sonido suave de c y del fuerte de g) y aboga por comenzar a hacer uso de los cambios en algunos contextos como el de los periódicos para maestros como una manera de llegar a un consenso y autorizar su reforma: “lo que nosotros queremos es que se introduzcan reformas en nuestra ortografía; reformas que todo el mundo aprueba, que son lógicas, que son necesarias” (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 20). En esta línea, encontramos un importante punto de fricción entre ambos autores al respecto de quién debe iniciar estas reformas. Bosch está convencido de la fuerza del uso para promover la reforma y él mismo se presta a llevarla a la práctica en la prensa, eso sí, siempre que otros le sigan:
Por nuestra parte declaramos que (en nuestro nombre no en el de El Fomento) estamos dispuestos á ser los primeros en comenzar á escribir en la ortografía reformada si algún otro periódico del ramo nos promete ser el segundo, porque estamos en la íntima conviccion de que no han de faltar los terceros y así sucesivamente hasta dar cima á la modificación (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 29).
En el otro lado, Gómez de Salazar es respetuoso con la autoridad de la Academia y no encuentra fuente más fiable que la RAE como impulsora del cambio, hasta el punto de afirmar que cualquier iniciativa al margen de esta institución está condenada al fracaso y el desengaño, como ya sucedió en el pasado con las acciones de la Academia de Profesores de Madrid:
Sucedió lo que debía suceder; lo que sucederá siempre que no sea la Academia Española la que plantee esa reforma […] no es pues, repetimos, lo que nos admira, el valor del Sr. Bermejo al marchar tan decidido á la empresa en que otros con mayores elementos naufragaron: lo que mayor extrañeza nos causa es el que á su mente no se hayan presentado las fatales consecuencias que puede producir esa inovacion, á no ser iniciada por la Academia Española (El Magisterio Español, núm. 185, 5 de julio de 1871: 2).
Para Bosch, una modificación con la que todos estamos de acuerdo y que facilita la enseñanza de la lectura y la escritura “debe adoptarse desde luego, prescindiendo por completo de la Academia y prescindiendo tambien de los trastornos que pueda causar, porque con esperar no se evitan y lo que ha de hacerse, cuanto antes mejor” (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 30). En el siguiente fragmento manifiesta de manera más rotunda la incapacidad de la Academia para llevar a cabo estas reformas:
[…] de ninguna manera debe ser la Academia la reformadora, porque no puede imponer condiciones, sino que ha de recibirlas para fijarlas, limpiarlas y darles esplendor, según el mote ó inscripción de su instituto (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 26) 15 .
De entre los inconvenientes de la aplicación de la reforma indicados por Gómez de Salazar, destacan dos: en primer lugar, la nueva ortografía se enfrentaría al problema de la ausencia de libros para practicarla, así como al hecho de que el patrimonio literario de nuestra lengua quedaría fuera del alcance de los instruidos con el nuevo sistema (El Magisterio Español, núm.
185, 5 de julio de 1871: 2). Al respecto de este inconveniente, Bosch se muestra extrañado y se pregunta, con fina ironía, lo siguiente: “¿desaparecerá este inconveniente si toma la iniciativa la Academia?” (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 18), pregunta que es rápidamente respondida por Gómez de Salazar, defendiendo que los problemas no desaparecerían solo porque la Academia sea la encargada de ejecutar la reforma, sino porque se lleve a cabo, como ya había indicado previamente, con “mucha cordura y prudencia” (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 22) 16 . El segundo de los obstáculos señalado por Gómez de Salazar en relación con la reforma consiste en la necesidad que muchos estudiantes tendrán en un futuro de conocer la ortografía de la Real Academia Española si quieren optar a algún trabajo en el que se exija una correcta escritura (por ejemplo, los vinculados al estado, donde se pide seguir dicha doctrina). A este respecto, Bosch ataca las contradicciones del propio Gómez de Salazar: si son numerosos los perjuicios de la reforma para aquellos que tengan que presentarse a exámenes oficiales, en los que no se les admitirá la ortografía reformada, “¿por qué tan radicales reformas introduce en su gramática el señor de Salazar?” (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 18). En efecto, Gómez de Salazar quiere pasar por un purista más de los que combaten las novedades ortográficas, pero no parece ser la persona más indicada para enarbolar esa bandera cuando en sus textos gramaticales no cumple con ese mismo principio. Gómez de Salazar se empecina en sostener su postura con escaso fundamento y se niega a dar su brazo a torcer a pesar de los sólidos argumentos ventilados por Bosch, afirmando lo que sigue: “las reformas que hemos introducido en nada afectan al idioma hablado ni escrito y solo se refieren á la exposición de las reglas para aprender la gramática” (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 23).
En la primera parte de esta polémica, estos contrincantes abordan, por último, el asunto de la libertad de enseñanza en el uso de manuales escolares, donde también muestran con claridad sus discrepancias. Preocupado por las diferencias de doctrinas y enseñanzas que en este periodo de libertad se da en la escuela, Gómez de Salazar lanza un alegato a favor de una libertad de enseñanza controlada por un tribunal competente:
Queremos la mayor libertad posible; pero no el libertinaje. Bueno, magnífico es que el Maestro tenga su autonomía; que use de sus derechos de elegir autores en todas materias. Pero creemos que debiera de haber un tribunal, un jurado competente, ante el cual todo autor compareciese públicamente a defender sus doctrinas y á sostener discusión con todos que quisieran hacerlo, y que sólo entre las obras que fuesen aprobadas por dicho Tribunal, pudiesen elegir los Maestros. Lo demás es un desbarajuste que sólo puede producir fatales resultados (El Magisterio Español, núm. 185, 5 de julio de 1871: 2).
Pero Bosch no está en nada de acuerdo con la creación de un jurado o tribunal que examine las obras usadas en la escuela, pues, en su opinión, “de este Jurado á la prévia censura, y al monopolio despues, no hay mas que un paso” (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 20). Lamentablemente, la redacción de la revista no permite que los polemistas ahonden en este asunto y en determinado momento omiten la respuesta de Gómez de Salazar a este respecto “por tratarse de un asunto ageno á la Neografía” (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 24, nota 1).
Hasta aquí la que podríamos denominar primera parte de esta contienda. En este punto, tercia la figura de Francisco de Asís Condomines 17 , que en su opúsculo titulado Reformas ortográficas había calificado el asunto de la reforma como una “cuestión de honra nacional”, por medio de la cual se conseguiría escribirse como se hable y hablarse tal como se escribe (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 32). En este sentido, defiende, en la línea ya conocidísima de otros neógrafos, la inutilidad de los principios del uso constante y la etimología, adhiriéndose, de este modo, al principio de la pronunciación como único criterio para fijar la escritura. Aunque su texto es en principio independiente a esta polémica, puede afirmarse que Condomines se sitúa en la misma línea de Bosch, pues reconoce el uso como juez absoluto e inapelable de la ortografía, aduciendo las siguientes consideraciones a aquellos que plantean reparos en rechazar las reformas por la confusión que su ausencia podría provocar en el significado de las palabras:
1.ª El sentido ó acepcion de una palabra depende del contexto y forma de la frase en que figura; pues de lo contrario el habla dependería de la escritura, y se partiria del absurdo de que para hablar es preciso antes saber escribir. 2.ª hay palabras que tienen muchas acepciones, bajo las cuales se emplean y entienden sin necesidad de ninguna letra ó signo que las indique. Y 3.ª En la conversacion ó lectura en alta voz todo el mundo distingue los homónimos sin tener á la vista signo alguno que marque su diverso significado (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 42)
Condomines propone la supresión de cinco letras (h 18 , k, q, v y x) en el alfabeto actual y defiende, de este modo, un alfabeto compuesto por las siguientes veinticuatro letras: a, b, c, h, d, e, f, g, i, j, l, l’, m, n, ñ, o, p, r,
r’, s, t, u, y, z (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 39-43). Es consciente de la dificultad que tiene plantear una reforma al margen de la RAE, así que huye de las precipitaciones y busca una solución intermedia entre las posturas de Gómez de Salazar y Bosch con la que intenta seducir a la Academia, otorgándole la gracia de ser la promotora de los cambios:
1.º Que la Academia, siendo consecuente con sus últimas declaraciones y respondiendo al objeto de su creacion, señale los vicios de que adolece nuestra actual ortografía y publique su alfabeto arreglado en un todo al principio de pronunciacion. 2.º Que haga un llamamiento á las demás Corporaciones científicas y literarias para que la secunden en la generosa y levantada tarea de acabar con todos los defectos ortográficos. 3.º Que el Gobierno ordene que en todas las escuelas públicas de la nacion se de á conocer la nueva ortografía y sus incalculables ventajas, mandando á los Maestros que ejerciten á las secciones más adelantadas en la lectura de libros escritos segun las reformas hechas. 4.º Que abra un concurso proponiendo un premio al autor de la mejor obra para conseguir la pronta y general adopcion de las susodichas reformas. Y 5.º Que á la primera oportunidad escriba y publique los documentos oficiales á tenor de los adelantos ortográficos realizados hasta entonces (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 45).
El texto de Condomines no guarda relación –como ya se ha dicho– con la polémica suscitada entre Gómez de Salazar y Bosch 19 , pero acaba formando parte de ella por culpa de la impugnación que su escrito recibe desde las páginas de El Magisterio Español (núm. 213, 25 de octubre de 1871: 3; núm. 214, 30 de noviembre de 1871: 2-3; núm. 215, 5 de diciembre de 1871: 2-3; núm. 216, 10 de diciembre de 1871: 3), donde Gómez de Salazar, en un artículo seriado en cuatro partes y titulado “A los neógrafos”, es sumamente crítico con la actividad de los reformistas y sus argumentos (citando específicamente a Bosch y Condomines). En su opinión, “es preciso que no nos dejemos seducir por falsas apariencias; es necesario que la verdad impere” (El Magisterio Español, núm. 213, 25 de octubre de 1871: 3). En esta impugnación, Gómez de Salazar critica, entre otros aspectos, el criterio de la pronunciación para la escritura, y se pregunta si, en base a esta regla, tendrán que autorizar que los niños escriban probe, porcuraor, asina, ayar (por hayar), aiga (por haya), etc., o bien limitarles esa libertad y obligarles a pronunciar y escribir pobre, procurador, etc.:
¿En virtud de qué les impondrá esa obligación? ¿En qué regla apoyará su mandato? […] como es mucho mayor el número de personas faltas de instruccion que el de las instruidas, resulta que una gran parte de aquellas pornuncia mal las palabras; y por consiguiente el principio que el Sr. Condomines llama fijo, general y luminoso no puede ser más vário, parcial y oscuro (El Magisterio Español, núm. 213, 25 de octubre de 1871: 3).
Aunque Condomines no se siente a gusto con el tono de la réplica de Gómez de Salazar, no rehúsa a contestar y publica un artículo dividido en tres partes y titulado “¡Abajo la rutina!” en el que justifica su entrada en la polémica 20 :
Amigo de la discusión tranquila y llamado á ella, no he de rehusar la lid á que me provoca el Sr. Gomez, por más que al bajar á la arena me sienta falto de fuerzas para vencer á tan esforzado adalid; pero la fé en la bondad y justicia de la causa que defiendo me inspira el aliento y denuedo que necesito para batirme honradamente y no abandonar como un cobarde el palenque (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 74).
Condomines no entiende el contrasentido en que incurre Gómez de Salazar, que, a pesar de estar conforme con la necesidad de que se corrijan los defectos de la ortografía, se muestra tan contrario a la reforma, a pesar de que, en su opinión, solo estamos ante un problema de forma: “todos los esfuerzos del Sr. Gomez se dirigen á exagerar los inconvenientes que implica la reforma, sin curarse de las incalculables ventajas que necesariamente reportaría” (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 77). En este sentido, trata una a una las reformas propuestas y, alabando sus ventajas, defiende lo siguiente: “anhelo que la reforma se realice, no brusca é inoportunamente, sino cuando los ánimos estén convenientemente preparados, cuando brinde la coyuntura” (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 89-90).
Bosch aprovecha las palabras de Condomines para salir a la palestra con un texto llamado “Neografía”, nuevamente publicado en El Fomento Balear, en el que pone en práctica su propuesta de ortografía e insiste en el mismo hecho:
¿Emos diho acaso ce la reforma deba azerse en un día, en un mes, en un año? ¿Aplaude ce las reformas, cuando son convenientes, nezesiten para verificarse siglos enteros? Y por otra parte, cuando se iniciaron las reformas ce se an verificado en algunos siglos ¿estaban en la mente de algún innovador, como ahora, las ce se an llevado á cabo? ¿No fueron acellas introduziendose paulatinamente, sin necesidad de acudir á nuestra Academia de la lengua para ce las admitiera, y esta, cieras ce no, ¿no tuvo ce zeder al uso general ce las autorizaba, ce se las imponía? (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 92).
La contestación a ambos artículos no se hace esperar con “A los reformistas del idioma”, de Gómez de Salazar (El Magisterio Español, núm. 233, 5 de marzo de 1872: 2-3; núm. 234, 10 de marzo de 1872: 2-3), en el que acusa a ambos neógrafos de su impaciencia por ejecutar los cambios ortográficos. Al referirse en concreto a las palabras de Bosch, muestra la clara contradicción en que incurre cuando afirma que la reforma no tiene por qué llevarse en un día, mes o año, pero al mismo tiempo comienza a aplicarla y da muestras de su impaciencia por que los cambios “vengan cuanto antes”. Y esta misma contradicción es advertida en Condomines, que defiende una reforma no brusca a la par que intenta imponer un sistema para su implantación en el que gobierno imponga su uso en la escuela. En líneas generales, el debate llega a un punto en el que lo importante es encontrar errores en el otro, aunque estos sean imaginarios o dudosos, porque eso sustenta la polémica y para Gómez de Salazar lo importante es polemizar.
La controversia llega a un punto en que es consumida por asuntos que no atañen a la ortografía y degenera en una controversia personal en el que se ataca más a la persona y sus capacidades intelectuales que al contenido filológico; las contestaciones de Condomines (en su cuarta parte de “¡Abajo la rutina!”) y Bosch (con un artículo titulado nuevamente “Neografía” dividido en cuatro partes) que cierran el debate son una muestra de ello. El propio Condomines llega a afirmar que “llegados a este punto, el silencio se hace indispensable” (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 126). Bosch, por su parte, termina su texto enalteciendo la labor de la neografía en su comparación con la ortografía:
[…[ la Neografia, que en tono tan despreciativo ha llamado eso, el Sr. de Salazar, es tan noble como la Ortografia, que podríamos llamar aquello en el mismo tono, y que responde á un fin mas elevado, más humanitario y mas civilizador (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 144)
El debate interesa tanto a la opinión pública del momento que, una vez finalizado en la prensa, se intenta sacar rédito a la polémica con su edición en un folleto (cf. Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872), cuya lectura se recomienda en El Magisterio Español y El Magisterio Balear, sucesor de El Fomento Balear:
Terminada ya la polémica sobre Neografía ó reformas ortográficas que en forma de folleto acaba de publicar este periódico, entablada entre los Sres. Gómez de Salazar, Condomines y nuestro particular amigo de Redaccion Sr. Bosch, no podemos menos de recomendarla al público en general, y en particular á todos aquellos que desean ver realizadas dichas reformas, ya por sus palpables e innumerables pruebas que exponen los Neógrafos, ó ya su bien razonada discusión que en ella se observa tanto en uno como en otro contrincante (El Magisterio Español, núm. 265, 15 de agosto de 1872: 2) 21 .
Con estas referencias se pone punto y final a la polémica más intensa (quizás, la única) que se vive en la prensa pedagógica durante este sexenio democrático y que cumple a la perfección el modelo de ciclo polémico que mayoritariamente se lleva a cabo en las páginas de la prensa al respecto del asunto ortográfico: cruce de réplicas y contrarréplicas, en ocasiones, de tono ácido, donde los polemistas juegan su papel con cartas marcadas, pues las ideologías que representan cada uno de los contendientes sirve de representante de los intereses de un grupo sociocultural particular: de un lado, las posiciones de Bosch y Condomines representan las actitudes reformistas, que guardan ciertas concomitancias en la defensa de reformas ortográficas al margen de la Academia 22 y cuyo principio fundamental es el fonético; del otro, Gómez de Salazar, defensor de la autoridad inapelable de la Academia como institución encargada de velar por la correcta escritura de nuestra lengua a partir de los tres principios clásicos: el etimológico, el uso y la pronunciación. Ser dos contra uno no es garantía de éxito en estas lides y, en realidad, poco importa el resultado de un debate en el que los argumentos de uno y otro bando son sobradamente conocidos. La Academia, aunque debilitada en la legislación educativa, tenía consolidada su doctrina en la escuela y muchos maestros, ya sea por costumbre o convencimiento, siguen sus ideas en la enseñanza de la ortografía, de ahí que su posición actual no sea tan dañina como pudiera parecer. Los neógrafos, sin embargo, necesitan aún de impulso y fuerzas para hacer mudar la costumbre de sus pares y convencer a la propia sociedad de las virtudes de sus propuestas, así que para ellos sí es importante aún la publicidad y difusión de estos debates en la opinión pública. Justo en este sentido se manifiesta Bosch cuando, en la advertencia que inicia el folleto de esta polémica, muestra su confianza en la difusión y la propaganda como resorte para alcanzar el triunfo en una época en la que las circunstancias son más favorables:
[…] la libertad de enseñanza, la libre adopción de los libros de texto, y la libertad de imprenta, tres palancas de un poder inmenso, están prontas á trabajar en favor de la ilustración, si hay quien les dé su primer impulso. Antes, la voluntad mas potente, los deseos mas vivos de un partido naciente debían sucumbir á la poderosa censura oficial,á la mas poderosa censura de la opinion pública. Ahora, que la semilla que sembraron los anteriores neógrafos ha fructificado, especialmente entre los propagadores de la enseñanza, solo se necesitan dos cosas para alcanzar el triunfo, actividad y constancia (Gómez de Salazar, Condomines y Bosch 1872: 3).
Fuera del ámbito educativo, el tema de la ortografía parece cobrar importancia en distintos foros de discusión en la sociedad por medio de la creación de alguna asociación para la reforma de la ortografía, como la de Palma de Mallorca, de la que da anuncio en sus páginas El Progreso. Periódico político (núm. 1095, 23 de octubre de 1872: 2) 23 . Sin embargo, los maestros parecen olvidarse de su causa en estos años. En contraste con la tenaz actividad de la década anterior, la alineación reformista entre los docentes es ahora muy pobre. Al margen de esta interesante polémica, las acciones de los neógrafos durante el sexenio democrático flaquean y son insuficientes, de ahí que sus planes de reforma queden en el olvido en un periodo favorable en que quizás podrían haber ejercido más presión para alcanzar sus pretensiones. Resulta difícil delimitar con exactitud las razones por las cuales sus reivindicaciones pasan a un segundo plano, pero me atrevo a aventurar provisionalmente tres hipótesis que pueden servir, quizás de manera combinada, como explicación de esta inacción: a) tras el azote supuesto por la oficialización de la doctrina académica en 1844 y la lucha constante librada por los neógrafos desde entonces, se produce ahora un acomodo natural y humano con la situación actual; la complacencia que los maestros encuentran con la libertad en el uso de manuales al margen de la doctrina académica hacen que, tras un periodo intenso de contienda, estos se relajen y disfruten de un necesario y natural periodo de quietud y tranquilidad; b) no hay que descartar el hecho de que tal vez los partidarios de la reforma pensaran que, una vez debilitada la Academia, los cambios acabarían llegando de manera natural con el mero paso del tiempo, una vez que el uso de nuevas doctrinas ortográficas en la escuela sirvieran para consolidar su uso y, posteriormente, su fijación en la escritura, o c) los neógrafos se percatan de lo difícil que es romper individualmente por su propia cuenta con el principio de autoridad académica del que goza la institución no solo en la escuela, sino también en los distintos sectores de la sociedad, donde la doctrina de la corporación había ganado paulatinamente adeptos y estaba ya plenamente consolidada –en la línea postulada por Esteve Serrano (1982: 92)– de ahí que muchos cejen en su empeño de reformar la ortografía, sobre todo, cuando entre los propios neógrafos no existía un consenso sobre el modelo de reforma ortográfica que debía imponerse. La muestra evidente de que en la sociedad estaba plenamente instaurada y era aceptada la doctrina académica como canon de pureza y corrección para la escritura está en el siguiente texto, reproducido en la revista El álbum, en el que se relata una chistosa anécdota al respecto de una falta ortográfica cuyo error no admite discusión alguna 24 :
Un cajero entregó al jefe la cuenta correspondiente al año, encabezándola con una especie de discurso, en el cual encomiaba su
probidad, su economía etc. Al final se leia este párrafo: «Por último, ninguno podrá presentar tantas y tan repetidas pruebas de onradez como el que suscribe»
El jefe, que era muy exigente en materia de ortografía, notó con disgusto la falta
de la h, y llamando inmediatamente al cajero, le dijo:
― Amigo mío, desde hoy cesa usted en su destino.
― ¡ Dios mio! ¿Por qué?
― Porque su onradez de usted no me satisface
El cajero ofendido, citó á juicio al que le injuriaba.
― El señor tiene que probar su calumnia, ― dijo; ― yo soy un hombre honrado á carta cabal.
― Repito que su onradez de usted no es completa.
― ¿Pues qué le falta?
― Una h. Y mostró el documento.
El cajero pagó el juicio y no volvió á incurrir mas en semejante descuido (El álbum, núm. 46, 19 de octubre de 1873: 6).
Que no hay nada tan difícil como romper con el hábito ya adquirido es una afirmación general que tiene plena aplicación a las prácticas educativas de la época. Por más que los maestros gozaran de libertad para el uso de libros de texto, eso no quiere decir que estos mudaran su costumbre de manera sistemática ni obligatoria. En muchos casos, el Prontuario académico siguió actuando como manual para la enseñanza ortográfica y en la prensa de estos años no faltan anuncios en los que literalmente se sigue mencionando su uso en el aula 25 . Es más, a juzgar por la información que se desprende del siguiente fragmento, aparecido en la Ilustración de Madrid, en el que se reproduce parte del texto incluido por el Sr. Segovia en el Resumen de tareas y actos de la Academia Española, la institución no ve mermada en estos años la venta de sus libros 26 y es de suponer que una gran parte de ellos iban destinados a su uso en las escuelas:
Y cuenta, señores, que en época, como la presente, de libertad de enseñanza, y de anarquía de sistemas, y de ignorancia atrevida, y de prurito de imprimir; en tiempos en que cada maestrico se esfuerza por acreditar su librico, y en que los buenos escasean, y superabundan los malos, y todos luchan en encarnizada competencia, es síntoma no despreciable de que el público se inclina á las doctrinas de la Academia, el copioso despacho de nuestros citados libros. (La Ilustración de Madrid, núm. 46, 30 de noviembre de 1871: 350).
Por otro lado, algunos maestros ni tan siquiera son sabedores de si pueden o no enseñar en el aula otra ortografía que no sea la de la Academia, tal y como se recoge en la siguiente consulta realizada en El Magisterio Balear: “¿Puede un Maestro enseñar otra ortografía que no sea la de la Academia Española, é introducir en la escritura las modificaciones que su criterio le dicte?”. La respuesta de los redactores del periódico, aunque es afirmativa y se ampara en el punto de vista legal, deja lugar a dudas sobre su conveniencia: “En el terreno de la legalidad nada hay hasta ahora que impida ni coarte ese derecho proclamado por la última disposición citada” (El Magisterio Balear, núm. 6, 6 de febrero de 1875: 8).
Lamentablemente para los neógrafos, los acontecimientos se precipitan y el terreno vuelve a hacerse pantanoso a partir del 29 de diciembre de 1874, cuando el pronunciamiento militar del general Martínez Campos en Sagunto proclama rey de España a Alfonso XII y se inicia la Restauración borbónica que, en pocos meses, supone la derogación de la libertad en el uso de manuales de enseñanza. Por medio de un real decreto, el 26 de febrero de 1875 se dispone que vuelvan a regir respecto de textos y programas las prescripciones de la ley de 9 de septiembre de 1857 y del reglamento general de 20 de julio de 1859. Todos los anhelos reformistas se van al traste; la neografía vuelve a quedar subordinada a la doctrina de la Academia, que vuelve a recuperar, no sin trabas ni dificultades, el amparo legislativo para el uso de sus textos y doctrinas en la escuela. Seguirán los intentos reformistas, pero ahora, nuevamente, en situación desfavorable.
Resumen:
1. INTRODUCCIÓN
2. LA POLÉMICA ORTOGRÁFICA ENTRE GÓMEZ DE SALAZAR, BOSCH Y CONDOMINES
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Sesión celebrada el día 3 de octubre de 1844, en el Salón del Instituto Español, por la Academia de profesores de primera educación, para demostrar las ventajas que ofrece la reforma de ortografía adoptada y publicada por la misma Academia
Sesión celebrada el día 3 de octubre de 1844, en el Salón del Instituto Español, por la Academia de profesores de primera educación, para demostrar las ventajas que ofrece la reforma de ortografía adoptada y publicada por la misma Academia: 1844
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La ortografía al alcance de todos: método novísimo teórico-práctico para aprender por sí con la mayor facilidad esta importante materia los niños, mujeres y hombres, aunque no tengan conocimientos gramaticales. Lleva además para servicio y uso de los literatos, un catálogo con cinco mil voces de ortografía dudosa. 2ª ed.: 1878
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Author
Victoriano Gaviño Rodríguez
Universidad de Cádiz, España, España